Época: Luvio-aramea
Inicio: Año 1200 A. C.
Fin: Año 708 D.C.

Antecedente:
El arte de la época luvio-aramea

(C) Federico Lara Peinado y Joaquín Córdoba Zoilo



Comentario

A pesar de su división política, la sociedad luvita y aramea gozaba de una prosperidad económica que le permitió desarrollar una arquitectura y escultura de calidad. Y a esos templos y palacios, a esa sociedad que, como el rey Warpalawa, aparece tan ricamente vestida y alhajada en los relieves, debió corresponder todo un mundo de artes complementarias igualmente perfectas, manifestadas en vasos de metal precioso, objetos de marfil, glíptica, cerámica, tejidos, joyas, muebles y muchas cosas más. Pero lo cierto es que de todo eso, apenas si tenemos indicios.
Los alfareros luvio-arameos produjeron, como es lógico, una ingente cantidad de cerámica común destinada al uso corriente y poco más. Porque en realidad, parece como si se hubiera descartado la producción de tipos y tratamientos delicados que, en época hitita, habían resultado habituales. L. Woolley sugiere que los talleres de la región estuvieron abiertos a la influencia chipriota. Su huella la encontrará en la forma y decoración geométrica de ciertas urnas cinerarias y cráteras de dos asas halladas en la necrópolis de Yunus, junto a Karkemis, y en pequeñas jarritas decoradas con círculos concéntricos negros y rojos. Pero entiendo que hay dudas fundadas sobre la cronología más conveniente.

Estudios más recientes llevados a cabo en Tell Abou Danné -M. Lebeau- y Tell Afis-Hazrek (?) -S. Mazzoni-, sugieren que desde el área más septentrional hasta el sur de Hama, y desde las montañas de Levante hasta el Éufrates, existía un ambiente muy cercano en formas y tecnología, netamente distinto del que existía en la costa fenicia. Un rasgo ornamental típico, atribuible al horizonte que estudiamos, sería la decoración de la parte superior e interna del labio con una banda consistente de pintura roja pulimentada. Al otro lado del Eufrates, la cerámica del período es aún mal conocida pero, en Guzana, parece orientarse a la producción en las áreas de la Yazira del este. Relacionado con el trabajo de los alfareros de aquella ciudad, deberíamos situar el altar de ladrillos moldeados y vidriados, con formas de rosetas y cables, un fragmento del cual se conserva en Berlín.

La lenta, pero continua difusión de la lengua y escritura arameas, iría desbancando el empleo de las tabletas de arcilla y el uso de los sellos cilíndricos. No obstante, una historia de cinco siglos es demasiado tiempo, y como el proceso fue paulatino, hemos de convenir en que los no muy numerosos ejemplos conocidos del trabajo de los artesanos de la glíptica son fruto de una investigación insuficiente. L. Woolley señala las tendencias conservadoras de los maestros luvio-arameos y la poca calidad de sus productos, en especial la de los sellos de cuarzo sintetizado destinados, según la necrópolis de Yunus, a la gente sencilla del siglo VIII. Sugiere D. Collon por su parte, que cierto estilo lineal, significativamente marcado en las bandas superior e inferior por filas de triángulos recuerda -con bastante grosería- a los sellos casitas del II milenio. Sin embargo, una impronta hallada en Hama, correspondiente a un sello con inscripción jeroglífica ilegible en su estado, creo que habla de un sello de calidad, cuyas bien trazadas figuras enlazan con lo mejor de los relieves luvio-arameos.

En el arte eborario, los artistas de la región heredaban una doble tradición sirio-hitita, pero estuvieron abiertos a otras influencias. Los fragmentos de marfil hallados en Sam'al podrían corresponder a adornos no inferiores a los del famoso Hazaël de Damasco, encontrados en Arslan Tas, cuyo estilo parece más propiamente fenicio. Sin embargo, las figuras de músicos tallados en unas cajitas redondas descubiertas en el palacio sureste de Kalhu, y conservadas en el Museo de Iraq, me recuerdan por sus vestidos, peinado y estilo general, a los mejores ejemplos de los relieves luvio-arameos.

Algunos autores han pensado que la pobreza de la cerámica luvio-aramea se explicaría por una supuesta y amplia difusión de sus recipientes de metal. Pero lo cierto es que tampoco estos han llegado a nosotros en número significativo. Es evidente, sin embargo, que una de las bases de la riqueza y prosperidad del mundo luvio-arameo fue su control sobre amplias reservas de hierro. Y que el área tenía una vieja tradición metalúrgica avanzada. Como sugiere M. Liverani, la nueva tecnología del hierro permitió mejorar la del bronce y fabricar recipientes de grandes dimensiones, mejores armas, escudos y cinturones. Y con toda certeza, muchas de las obras atribuidas a Urartu podrían haberse producido en fraguas luvio-arameas. El hermoso rython de Marqasi, por ejemplo, se inscribe en la tradición anatólica de los rytha de lujo que, como los de la colección N. Schimmel, se remonta a los años de crecimiento de la cultura hitita. Pero el toro áureo del pie, posee un aire y un tratamiento que lo hermanan con sus homólogos de piedra.

Más hacia el este, en la lejana Guzana, M. von Oppenheim descubrió entre otras, una tumba intacta y dotada de un rico y todavía torpe ajuar. La placa pectoral de oro e incrustaciones con un árbol de vida y dos cápridos rampantes, o la lámina destinada a cubrir la boca del difunto, en la que el artista quiso reproducir con esmaltes blancos y azules, un bigote y una mefistofélica perilla, resultan de manufactura insegura aunque próximas a la tradición mesopotámica.